Melodrama en el que una cantante con una enfermedad terminal se enamora de un admirador suyo en Alemania en la década de 1950. Daniel Schmid lleva las potencias de lo falso hacia un estado del arte pocas veces visto en el cine: el gesto y las emociones exaltadas, la cámara que flota en una escena, los arrebatos aterradores y surreales de algunas escenas y la inclusión de la ópera y de las canciones asumen el artificio, al mismo tiempo que aumentan la dimensión afectiva del relato.