Comedia dramática en la que un clown se pasea por una ciudad de la región Emilia-Romagna donde la luna ha sido capturada. Su poderío visual y cómico sigue intacto, pero da la impresión de que Fellini sigue filmando en una época que le es ajena y ya no le interesa. Resulta genial la escena en el boliche (epítome del mal gusto de la década de 1980) que se transforma en un vals. Como Godard antes y Lynch después, el final es un pedido de silencio.