Drama en el que un director de cine abandonado por su esposa busca mujeres para su próxima película en Roma. El film es tan extraño como fascinante. Se combinan las temáticas habituales de Antonioni (la pareja, el amor) con una estética visual y narrativa más cercana al cine policial (en especial al giallo, en cuanto a la música, los colores y el sexo). Aunque se observa un tono mucho más distante hacia los personajes y una leve tendencia hacia la ironía (tal vez como producto de que ya estamos en la década de 1980), Antonioni juega con nuestra percepción (las mujeres desaparecen y vuelven a aparecer y todas se terminan pareciendo). Sin ser un moralista hace una crítica al hedonismo de la década de 1980 (el protagonista no se preocupa por conocerlas, las mujeres tampoco quedan bien paradas).
El film supone el regreso de Antonioni a Italia y a un tipo de cine que no realizaba desde la época de Il deserto rosso (1964). Si bien sigue la idea de Blowup (1966) y de Professione: reporter (1975), al utilizar al protagonista como un “filtro de realidad” (antes había sido un fotógrafo y un periodista, ahora es un director de cine), la cuestión de los sentimientos y de las relaciones de pareja vuelven a ser centrales. Lo diferente es la época. El protagonista es un director de cine divorciado que tiene una relación con una aristócrata de inclinaciones lésbicas. Está en busca de un rostro de mujer para su próximo film. Siguiendo a Deleuze puede decirse que está buscando una imagen – afección que lo sacuda y lo ayude a salir del bloqueo creativo. De ahí que el juego entre realidad y ficción que suele generarse en los films ambientados en el mundo del cine, se dé en este caso con mucha más naturalidad y originalidad. En ningún momento aparece una cámara o un detrás de escena que genere un reflejo de la realidad. Es el propio protagonista que se ha convertido en una cámara. Un autómata de los sentimientos, que sólo busca a la mujer que lo abandonó para llevarse la imagen – afección de su rostro que le sirva a sus propósitos. Vista desde esta perspectiva, la crítica de Antonioni a la época es devastadora. En otro momento, ya casi llegando al final, el film vuelve a asumir esta autoconciencia del protagonista cuando inicia otra relación con una mujer embarazada. Al enterarse de este acontecimiento, y al borde de la separación, ella le dice que lo ama. Con la frialdad de un director de cine en un ensayo le pide que lo repita. Nuevamente está buscando esa imagen – afección que lo atormenta, pero tampoco la encuentra. El final no puede ser más explícito, la mirada al sol con la posibilidad de hacer un filme de ciencia ficción parecen ser el único camino a seguir por el director y por Antonioni (un sueño que nunca pudo completar al sufrir en 1985 la parálisis que lo dejó sin habla por los últimos veinte años de su vida).