Fábula en la que un hombre a punto a de morir que recibe la visita de su hijo en Alabama y hace un recuento de sus fantásticas historias. Burton trata de combinar el melodrama familiar y el escape hacia la fantasía con la intención de emocionar y de sorprender. Pero uno no es su terreno y el otro ya parece impostado. El resultado es atractivo, pero vacío. A decir verdad este nuevo Edward (interpretado ahora por Ewan McGregor) no tiene nada de raro o de diferente. Es un estudiante modelo, héroe deportivo, trabajador eficiente, vendedor eficaz y finalmente empresario exitoso. Burton parece celebrar los ritos burgueses conservadores (las bodas, la familia unida, la casa con pileta y el automóvil). Algunos pasajes como la visita a la casa de la bruja con un ojo que ve la muerte, la charla con el gigante haciendo matanzas, el encuentro de un pueblo perdido y paradisíaco, el escape de la guerra de Corea con las hermanas siamesas o la transformación de los hombres lobo resultan atractivos más por la historia en sí que por la puesta en escena. Ni siquiera la música de Danny Elfman o el diseño de producción brillan a la misma altura de anteriores trabajos. La resolución que devela que el protagonista no mentía, sólo exageraba, es una previsible reivindicación de la necesidad de las leyendas y la fantasía. Burton sigue en franca caída, carente de ideas originales que expresen el elogio a la diferencia.