Cuento de terror en el que un policía investiga los asesinatos de un jinete sin cabeza que aterroriza a un pueblo de New England en 1799. Burton compone un espectáculo visual de primer orden que es un claro homenaje al cine de terror gótico de las décadas de 1950 y 1960 (Fisher, Bava, Freda). Las referencias son inconfundibles: la niebla, el vestuario, los decorados, el bosque y la sangre roja. El resultado es una auténtica rareza para el cine de terror de una década de 1990. Aquellos films tenían una belleza y plasticidad que poca a poco se fue perdiendo en favor de un terror realista, urbanizado y contemporáneo con Rosemary’s Baby (1968), The Exorcist (1973) y Halloween (1978). Y films como Dracula (1992) e Interview with the Vampire (1994) están en otras coordenadas. El jinete sin cabeza tiene su origen en un guerrero inglés enterrado del que desapareció la cabeza y decapita a los habitantes del pueblo con razones ocultas. Los 8 asesinatos no entran en la estética del body count y no juegan con el suspenso, son más bien breves e intempestivos. Burton agrega su inconfundible sentido del humor (en algunos apuntes visuales y en la excentricidad del protagonista) que quizá corten la atmósfera de terror, pero no podía no dejar su sello. Esta historia de muertes, decapitaciones, atmósfera malsana y niños que no sobreviven se apoya en las belleza de las imágenes. Incluso las pesadillas que sufre el protagonista y el impresionante flashback que explica el origen del monstruo tienen un toque perverso. Tal vez la únicas fallas sean las idas y vueltas en las que entra el guión en la última parte. Quedan para el recuerdo las imágenes de todas las apariciones del jinete a gran velocidad y con la espada al costado, del árbol de sangre con cabezas dentro que sirve de portal y de la lucha del jinete contra Johnny Depp y Casper Van Dien a espadazo limpio.