Cuento de ciencia ficción en el que un psiquiatra es enviado a una base espacial en la que han ocurrido extraños sucesos en el futuro. Nueva versión de la novela de Stanislaw Lem. El proyecto estaba condenado al fracaso comercial de antemano. Es imposible sobrevivir a las comparaciones con la versión rusa. Y si mantenía mínimamente el tono de la historia original, no tenía posibilidades en la taquilla americana. Su realización responde a los egos de James Cameron y Steven Soderbergh. Si bien el manejo técnico del montaje fragmentado, los tonos de la fotografía y la irrupción de la música agilizan la narración (y le dan un toque seductor a las imágenes), deben haber pocos directores menos perturbadores e inquietantes en su puesta en escena que Soderbergh. Y la naturaleza de esta historia realmente lo necesitaba. Las diferencias principales con la versión anterior son que carece del largo prólogo en la Tierra, se centra más en los flashbacks de la pareja y el diseño de la nave está más influido por la ciencia ficción contemporánea. Además de la previsibilidad incapacidad de Soderbergh para llevar el material al terreno espiritual. Pero no nos podemos quejar de todo. Un film de ciencia ficción americano en el que los silencios tienen importancia, predomina el tono intimista y deja preguntas abiertas algún mérito debe tener. Soderbergh sigue explorando caminos, pero luego de sus dos films arriesgado de 2002 tuvo que volver a las estafas seguras de Ocean’s Twelve (2004).