Drama en el que un convicto sale de prisión para convencer a su hijo basquetbolista de que elija la universidad favorita del gobernador del estado en New York. Spike Lee por fin hace un film sobre su deporte favorito, pero viendo los resultados da la impresión de que sabe más basquetbol que de cine. Es como si se diera licencia para caer en todos los lugares comunes del más rancio Oliver Stone (la seducción del dinero y las mujeres, el padre con pasado violento, la prostituta golpeada, los familiares aprovechadores, los agentes corruptos), en todas las soluciones de puesta en escena más arrogantes y facilistas (fotografía con colores saturados, cámara que no se queda quieta, luces blancas sobre los personajes), en todos los excesos de duración (136 minutos resultan inexplicables para esta historia). Eso sí, Ray Allen se las arregla bastante bien en su debut como actor, las escenas de juego son realistas y están bellamente fotografiadas y queda claro que el film conoce el juego y su lenguaje. Lamentablemente no es suficiente. Si bien la resolución muestra algo de dignidad e inteligencia, es demasiado tarde y demasiado poco. El problema de los films negros de Spike Lee que no se centran en el racismo es que tratan abarcar mucho y se quedan en la nada.