Mezcla de historia de amor y cuento de ciencia ficción en la que un redactor se enamora de su sistema operativo en Los Angeles en un futuro cercano. Después de sus colaboraciones con Charlie Kaufman y de su adaptación de un libro para chicos, Spike Jonze afronta su primer guión en solitario. Si bien es su film más contenido, también es el más temeroso. La película cree haber encontrado una idea genial que habla sobre los tiempos contemporáneos de la dependencia tecnológica y no se mueve de ella. El problema es que el núcleo dramático no se sostiene. La relación del protagonista con la voz de su sistema operativo reproduce todas las etapas de una historia de amor, pero le falta cuerpo literal y metafóricamente. La originalidad del planteo no alcanza. La actuación de Joaquin Phoenix sólo se destaca en los pequeños gestos que hace cuando habla de sí mismo. La voz de Scarlett Johansson trata de compensar esa falta de cuerpo, pero no parece ser la mejor opción. El retrato del futuro parece diseñado por los gerentes de marketing de un departamento de publicidad. El preciosismo intermitente de Spike Jonze no va allá de las limitaciones de su generación (Fincher, Aronofsky, David O. Russell). La imagen final nos retrotrae a la resolución de Fight Club (1999).