Mezcla de drama y thriller en la que una joven pareja vive dos historias paralelas el mismo día, una en la que van a comer a la casa de la madre de ella y otra en la que encuentran un teléfono celular que buscan unos criminales, el 4 de julio en New York. El film sólo tiene de experimental el momento inicial en el que la pareja se separa en el puente Brooklyn, se duplica a los dos lados del puente y se inicia la doble narración. Después, está resuelto en previsibles montajes paralelos no concurrentes que pese a sus tramas completamente diferentes cada tanto cruzan información y alguna que otra relación temporal y espacial (los fuegos artificiales del día de la independencia y la escena de sexo al mismo tiempo). Está forma le permite, luego de un comienzo prometedor de la trama policial y otro algo estereotipado de la reunión familiar (la protagonista todavía no le ha contado a sus padres de su embarazo), cierta libertad e independencia a las historias que no dependen de un conflicto previo. Así, la puesta en escena (que se apoya en una excelente y luminosa fotografía en locaciones) puede encontrar una pizca de realismo en las situaciones (el momento en que suben a la terraza, la llegada al departamento del protagonista luego de la reunión familiar). Pero, al mismo tiempo, el problema no tarda en aparecer. Es que a la historia de amor de la pareja (que une a las dos líneas narrativas) le falta pasión. No hay nada en juego entre ellos y ambas tramas se resuelven de forma tan previsible como intrascendente.