Aventura fantástica en la que un mago es transportado a un mundo de fantasía en Kansas en 1905. Raimi vuelve a las ligas mayores luego de ese necesario repliegue al terror que fue Drag Me to Hell (2009) para demostrar que se puede ser un artesano con 200 millones de dólares de presupuesto. El film se aleja lo más posible de The Wizard of Oz (1939) porque el protagonista es un estafador, no hay números musicales y nada de espantapájaros y leones, pero respeta el espíritu de las historias de L. Frank Baum. Raimi es capaz de aprovechar los fondos digitales como si fueran pantallas de estudio en el cine clásico, de explorar su veta screwball comedy con las tres brujas que persiguen al protagonista, de hacer un excelente trabajo con los actores en la búsqueda del gesto, de incluir alguna secuencia que recupera su habilidad para el cine de terror, de escenificar un prólogo en blanco y negro y formato de pantalla académico, de utilizar inteligentemente los personajes digitales (la voz y la fragilidad de la porcelana) y de darles al rostro y al primer plano un lugar preponderante en la resolución. Todo ello para ubicarse a la altura de los grandes del cine fantástico, desde la belleza de Jacques Tourneur hasta el uso de los colores de Mario Bava pasando por las mujeres solares y lunares de Jacques Rivette. Raimi logra salir de Spider-Man y del género de terror para confirmarse como uno de los grandes artesanos del cine fantástico.