Cuento de terror en el que un pueblo de Texas es azotado por una plaga de zombis a causa de un experimento con armas biológicas. Rodriguez vuelve a unirse con Quentin Tarantino como en From Dusk Till Dawn (1996) para homenajear al cine de terror clase B, ahora con un tono más trash y excesivo. Porque la secuencia de créditos vintage, el daño en el celuloide y los efectos especiales no han más que remitir a las películas exploitation de la década de 1970. Pero la historia, carente de interés y repleta de huecos, y las referencias puntuales a las operas zombi de Lucio Fulci, a los temas de John Carpenter y al gore de Re-Animator (1985), tienen un anclaje más propio de la década de 1980. De ahí que Rodriguez no pueda entender el artificio. Si por algo se salva es por el excelente dibujo de personajes, por la acción non stop de principio a fin y por los diálogos que cumplen su función. Elementos que confirman el oficio y lo cómodo que se siente el director con estos materiales. Pero ya sabemos que Rodriguez es incapaz de hacer de la violencia un estímulo shoqueante o angustiante y de generar algo de tensión, suspenso o miedo. A la espera de Death Proof (2007) parece que el proyecto Grindhouse se quedó corto en comparación con los pastiches de Rob Zombie.