Drama en el que un joven americano se obsesiona con una prostituta esclavizada en Europa del Este. A partir de una narrativa y de una puesta en escena tan elíptica como oblicua, Grandrieux nos invita a preguntarnos sobre la naturaleza de las imágenes. Porque la oscuridad, el extremismo y la intimidad de sus imágenes no entran en ninguna categoría, ya sea el realismo más crudo, la metáfora más radical o la introspección más profunda. Con algo de Lynch y del último Ferrara, Grandrieux se confirma como uno de los incómodos provocadores del cine francés contemporáneo.