Policial en el que un empresario italiano debe depositar todos los meses un dinero a la mafia en un banco de Lugano, Suiza. Ya en su segundo film, Sorrentino perfila mejor sus intereses en la descripción de un personaje, revela la influencia de los hermanos Coen, en especial Barton Fink (1991), y coquetea con el molde del género policial a partir de una estilizada puesta en escena. Con todo esto logra colarse en la competencia oficial de Cannes. El film puede ensamblar dos formas narrativas, el agotamiento de una y el surgimiento de otra, a partir de la dosificación de la información. Si todavía le falta consistencia a la historia de amor (del protagonista con la camarera del bar a la que va todos los días) y oportunismo a la alteración temporal que delata al narrador, son fallas que no empañan el resultado final. Sorrentino va perfilándose como uno de los pocos directores italianos de la década de 2000 que puede ser tenido en cuenta (lo que no es decir mucho, por cierto).