Comedia dramática en la que un científico encuentra un hombre criado en la naturaleza e intenta ensañarle buenos modales en California. El esquema del guionista Charlie Kaufman de imaginar la historia más delirante posible y sumarle los conflictos de siempre (amor, identidad, pareja) hasta ahora le sigue funcionando. Gondry trata de componer imágenes bellas a parir de una fotografía muy colorida en todas las escenas en el parque. Sin dudas lo consigue. ¿Dónde está problema? En que muchas de las más atractivas temáticas del film, el condicionamiento de la enseñanza, la represión del instinto sexual, la imposibilidad de la vuelta a lo natural, están tratadas muy a groso modo. Es difícil hablar de las actuaciones con personajes tan excéntricos: Tim Robbins en realidad es el villano, Patricia Arquette, desnuda y llena de pelos, y Rhys Ifans con cambios abruptos de comportamiento. Igualmente está bien. Pero la auténtica revelación es Miranda Otto, como la asistente inocente del protagonista con acento francés que en realidad tiene otra faceta. Hay que remarcar los parecidos con Mon oncle d’Amérique (1980) en el retrato de tres personajes y en el análisis de su comportamiento, lo que habla bien del bagaje cinéfilo de los creadores. Y destacar también que Gondry, al igual que Spike Jonze, no nos abruma con el estilo visual propio del videoclip (la única secuencia parecida es la de los fundidos con música clásica de fondo). La resolución extrañamente logra emocionar como el final de Being John Malkovich (1999). La propuesta es igual delirante y arriesgada que las del tándem Jonze-Kaufman, aunque sin la misma pretenciosidad.