Drama en el que la hija de un jefe mafioso es separada de su esposo mientras la policía se prepara para enfrentarlo a las afueras de New York. A la espera de que New Orleans, Mon Amour (2008) tenga algún tipo de distribución, Michael Almereyda vuelve al largometraje con una nueva adaptación de Shakespeare trasladada a la actualidad que respeta la prosa original. Pero en este caso la obra no es tan prestigiosa o conocida como Hamlet (c. 1599). De hecho Cymbeline (c. 1611) nunca se había adaptado al cine. El texto original puede ser visto como un tragedia, una comedia o incluso una farsa. Almereyda se toma bastantes licencias al convertir al rey de la Antigua Britania en un motoquero líder de un clan mafioso y a los emisarios de Roma en la policía que patrulla las calles. Pero la actualización de la trama respeta todas sus vueltas argumentales, aun las más inverosímiles (la fuga de la hija en la que se viste de chico, su encuentro con los hijos del rey desaparecidos, el guerrero desterrado que los tiene a su cuidado). Al igual que Hamlet (2000), Almereyda introduce sin problemas las nuevas tecnologías reproductoras de imágenes (tablets, celulares) para agilizar la trama. Ethan Hawke se siente cómodo en su papel del seductor de la princesa Imogen (Dakota Johnson). Ed Harris aporta su presencia física en el rol del rey. John Leguizamo también hace un gran papel, pese a las pocas líneas que recita. Y Delroy Lindo humaniza al personaje del guerrero desterrado a cargo de dos hijos adolescentes. Hasta Milla Jovovich, como la esposa del rey, se hace un lugar para cantar en una escena. Sin embargo llega un momento que el artificio no puede sostenerse. Tal vez la pareja protagonista resulta un poco anodina. El film hace un buen uso de las locaciones desérticas (bares, carreteras, barrios), pero queda preso de una trama un poco rebuscada y de una resolución carente de impacto.