Cuento de ciencia ficción en el que una extraterrestre captura hombres por las calles y rutas de Escocia. Luego de que el fracaso comercial de Birth (2004) casi puso fin a su carrera cinematográfica, casi diez años después, Jonathan Glazer vuelve a dirigir un film y uno está tentado a decir que es un regreso triunfal. Una película de género, con una premisa exploitation y filmada con un rigor visual similar a Kubrick, no es cosa que se vea todos los días. Pero la puesta en escena de Glazer no escapa al manierismo del que procede este director y la historia se estanca por la falta de variantes de su minimalismo carente de sustento realista. Las surreales escenas de asesinato en la que la protagonista camina hacia un fondo negro mientras sus víctimas se sumergen en una pileta invisible no parecen ser la mejor forma de resolver visualmente esas acciones. Después, el film es atractivo, en su primera parte por el dispositivo visual deudor de Taxi Driver (1976), con la protagonista que maneja una camioneta en busca de víctimas y, en la segunda parte, por la inmersión en la naturaleza (que recuerda un poco a las películas de Lisandro Alonso), cuando deambula perdida por el bosque y las carreteras. Pero ni la misteriosa presencia de un motociclista que recoge sus víctimas, ni la revelación de la resolución logran aportar mucho.