Policial en el que un editor de un periódico de Londres busca venganza contra unos terroristas serbios que causaron la muerte de su esposa y su hija en un atentado en la India. Parece mentira que se le quiera dar cierta seriedad a la propuesta con Jeremy Irons de protagonista (en un papel que antes hubiera sido interpretado en el mejor de los casos por Charles Bronson), se hable con nombre propio de políticos, de periódicos y de agencias y se trate de indagar en el sufrimiento y el sentimiento de culpa del protagonista, cuando en realidad el film no es más que una torpe revisión de los thrillers de revancha reaccionarios y despreciables de las década de 1970 y 1980, con Death Wish (1974) a la cabeza. Planteadas así las cosas, no se puede hacer nada con las actuaciones, con la puesta en escena o con los giros de la trama para darle atractivo al producto. Pero hay un cambio del punto de vista narrativo en la película que ni siquiera permite indagar en la transformación del protagonista de ciudadano modelo a asesino sediento de revancha. Sólo la presencia de Forest Whitaker, que interpreta al agente del FBI que llega para investigar el caso, le da un poco de vitalidad a la película porque es el único que no se toma en serio ni film ni a su personaje. En cuanto al resto de las actuaciones, Irons se nota que está pasando por el peor momento de su carrera (hace años que no encuentra un personaje digno), Charlotte Rampling muestra un desgano despampanante y Jason Priestley repite sus tics televisivos de Brandon Walsh. Las locaciones londinenses de calles oscuras y talleres ocultas sólo son decorativas. El film podría transcurrir en cualquier ciudad. John Irvin nunca fue ningún virtuoso, pero sin dudas este es y será su peor film.