Thriller en el que un hombre lee una novela que tiene similitudes con su vida y se obsesiona con el número 23 que es el título ese libro en California. The Number 23 es uno de esos films que se vende sólo por la premisa. Después nadie se preocupa por hacer algo decente o medianamente original. De la mediocridad de Joel Schumacher hay sobradas pruebas, sólo funciona con guiones monocordes como Falling Down (1993) o Phone Booth (2002). El personaje de Jim Carrey, gris empleado de una perrera, que como si se despertara un día y se dijera “hoy voy a ser peligroso”, no cabe en ninguna mente. Y la resolución sobre explicada e híper facilista destruye todas las posibilidades del guión o de la historia. Párrafo aparte en la mediocridad merecen las visualizaciones de la novela: como un Robert Rodriguez con gripe haciendo Sin City (2005). Parece mentira que después de 20 películas, Schumacher no haya aprendido nada. Filma todos los planos al mismo ritmo y, para peor, cada vez más rápido. Como las ridículas coincidencias del número 23 de la trama (que quieren ser peligrosas), sus films no muestran ni dicen nada, expresan el vacío total. Lo único para destacar es la banda sonora de Harry Gregson-Williams que se nota en un par de acordes subterráneos que llaman a algo parecido a la inquietud. La película es como si fuera un film de serie B sin gracia y con Jim Carrey. Así no hay salida.