Comedia negra en la que una banda de ladrones alquila una habitación en la casa de una anciana negra fingiendo ser un grupo de música de iglesia mientras cava un túnel para la bóveda de un casino en un pueblo de Mississippi. Remake de The Ladykillers (1955). Está confirmado, los Coen están en plena decadencia. Olvidadas todas sus preocupaciones, hacen comedias superfluas y reciben gustosos los dólares de las majors. Si en principio el film parecía una recuperación de un humor más naif con un poco de slapstick, de los personajes excéntricos y de los diálogos ingeniosos (a tono con la época del film original), no tarda en descarriar. Cuando empiezan las flatulencias y la reiteración de los chistes nos confundimos de hermanos: estamos en territorio de los Farrelly. Los Coen además tratan de explotar el éxito del soundtrack de Oh Brother, Where Art Thou? (2000) con la música sureña como telón de fondo. Al menos en un par de planos (las gárgolas en el puente y las luces blancas en la noche) nos damos cuenta de que como operador de la cámara está Roger Deakins. En cuanto a Tom Hanks, habría que prohibirle el ingreso a un set de filmación cuando hace esa risa estúpida. Definitivamente se creyó que era un buen actor. Que quede claro que en el film hay un alto porcentaje de aceptables chistes y diálogos, pero que los Coen dependan de ellos es preocupante. Al Igual que Tim Burton, los Coen han llegado a la mitad de su carrera con la noción de autor muy impostada y se nota la falta de variantes.