Comedia policial en la que un jugador de bolos es confundido con un millonario del mismo nombre al que le secuestraron la hija en Los Angeles. A partir del equívoco inicial el film suma extravagantes personajes: un grupo de nihilistas que quiere dinero, una feminista pro sexo que pinta desnuda y volando, el productor de una película porno y un detective admirador. Todo narrado sin muchas más pretensiones que hacer una comedia sostenida en los diálogos y los personajes. La presentación en cámara lenta del personaje de John Turturro y la voz del narrador en off que se va por las ramas resultan geniales. La película tiene algunos puntos en común con Fargo (1996), pero con un tono más delirante. Los personajes son torpes e incompetentes (tratan de decir algo y no pueden terminar la frase). La ambientación, con sus lugares oscuros, es propia del policial. La violencia escapa a los convencionalismos. Hay golpes y sangre, pero también algunas “sutilezas” como un dedo y una oreja. También hay lugar para dos delirios alucinógenos: en el primero el protagonista, después de un golpe, ve el cielo y las estrellas (los Coen saben cortarlo a tiempo) y el segundo, drogado, es mucho más disfrutable. La resolución se desinteresa de la trama policial y se centra en la pérdida de los protagonistas, aunque tampoco puede evitar el humor.