Drama en el que un carnicero desempleado busca trabajo en Lille en 1980. La película adopta un deliberado tono documental (nunca pierde su encuadre social) que se mezcla con una atmósfera pesadillesca. La virulencia de las imágenes parecen sacadas de un film de terror. Noé crea un mundo exterior que rechaza al protagonista y un mundo interior en el que se da lugar su perturbado estado mental. La ambientación es una Francia desolada, sucia y marginal, casi apocalíptica. Pero ante todo prevalece la soledad de un personaje que ya no cree en la amistad, el amor, el sexo, la religión o la política. Pese a su discurso (expresado en voz en off) puede parecer excesivo y reiterativo, no se puede negar cierta verdad en lo que dice. El estado en que se encuentra lo lleva a sólo aprovecharse de las mujeres. Ni asesinar o suicidarse puede. Así, el incesto con su hija autista se convierte en el único camino posible. Superando uno de los tabús fundacionales de la cultura logra vengarse de la sociedad. Las escenas más provocativas las vemos cuando golpea en la en la panza a su pareja embarazada, en un fragmento de una película porno y en el gore de la resolución que grafica su estado mental desde el más puro horror. Noé agrega unos intertítulos a lo largo del film que funcionan como mensajes y un cartel que invita al espectador a retirarse de la sala en la resolución (como en Homicidal (1961) de William Castle). El último plano muestra una calle. La sensación que queda, pese a todo el horror al que asistimos, es que todo puede volver a pasar. Taxi Driver (1976) y Kids (1995) dejaban esas misma sensación .