Historia de amor de una pareja a través de cinco momentos de su relación narrados en forma inversa, desde el divorcio en París hasta el enamoramiento en una playa italiana. La pirueta narrativa tiene poco que ver con las intenciones de Memento (2000) o Irréversible (2002), pero en los papeles parecía tener mayor atractivo. En todos los episodios predomina una crueldad no del todo explicada, que si bien no impide la idea del amor, sí impide la sobrevivencia de la pareja. Ozon sigue demostrando una extraordinaria capacidad para el trabajo con los actores y para captar los pequeños gestos. La seguridad en el manejo de la trama lo confirman como un narrador conciso y sobrio. Pero en este caso, la película queda a mitad de camino de una gravedad y una severidad de tono no del todo explorada y del simple artilugio narrativo que se va achicando cada vez más. Los cinco episodios (la cita con el abogado de divorcio termina en cuasi violación en un hotel, la cena con amigos en la casa da lugar a una confesión humillante de él, el nacimiento de su hijo al que él inexplicablemente no acude, el escape de ella en el casamiento y las vacaciones en la playa en las que él la abandona) culminan con una irónica canción de amor italiana. En cuanto a las actuaciones, Valeria Bruni Tedeschi está bien aunque no del todo aprovechada y Stéphane Freiss lleva el mayor peso del relato y responde bastante bien. Si bien Ozon sostiene un alto nivel y su sello autoral, corre el riesgo de perderse en la prolificidad.