Drama en el que un boxeador es entrenado por su hermano mayor adicto al crack en Lowell, Massachusetts en la década de 1990. Basado en un caso real. Luego del salto al vacío que supuso I Heart Huckabees (2004) y de los problemas durante el rodaje que dejaron inconclusa a Nailed (2008), David O. Russell trata de seguir el giro que hizo Darren Aronofsky con The Wrestler (2008) hacia el reconocimiento de la Academia (en especial hacia los electores de la categoría de mejor actor). El problema es que la actuación de Christian Bale no sorprende a nadie, el film cae en el sensacionalismo berreta del que trata de distanciarse, el uso de las canciones y los montajes de paso de tiempo son insultantes, la recreación de las peleas utilizan cámaras televisivas de la época que las afean y las pinceladas de humor white trash no pueden evitar la caricatura. El film no es más que otro cuento de cenicienta en el mundo del boxeo. Como varios directores surgidos en el terreno híbrido de la gran industria y la independencia de la década de 1990 (Alexander Payne, Doug Liman, James Gray, Darren Aronofsky), Russell quiere subirse al tren de la industria.