Drama en el que un operador de tren negro vive con su hija en un departamento a las afueras de Paris. Denis continúa puliendo su estilo, explorando los detalles y manejando los tiempos, hasta llegar en este caso a la pureza del relato y a la esencia de los personajes. No es necesario para hacer un cine a contracorriente escapar a las posibilidades expresivas del cine (la recurrencia visual de los trenes y las vías, las referencias al contexto político y cultural, el melodrama sobre la pérdida de la madre o la oportuna utilización de las canciones), sino utilizarlas en su justa medida. Nadie mejor que Denis para saber cortar el plano o la escena en el instante preciso, para dejar un resto latente a lo que sigue o para incluir alguna falla que genera emoción y para no caer en lo banal. Así llega a una escena memorable, la del baile en el bar con la canción Nightshift de The Commodores en la que los cuerpos, las miradas y los gestos hacen innecesarias las palabras. Y a una imagen subyugante, la del cadáver sumergido en las vías del tren porque puede ser cualquier persona. Al igual que Assayas, Denis es una de las pocas directoras que elude el artificio de la imagen y le devuelve su status