Drama en el que una madre que perdió a su esposo deja a su hijo en cuidado de su hermana y se muda a Toulouse para tratar de reconstruir su vida. Honoré todavía está preso de cierta opacidad y cierta oscuridad de la imagen, pero el planteo de la historia es sugerente. Si bien el guión parte de una premisa un poco melodramática, Honoré trata de compensarla con unas fugas fantásticas: una ciudad de Toulouse sólo habitada por hombres (la mayoría homosexuales), las apariciones del fantasma del esposo, alguna escena enigmática y surreal, una panorámica subjetiva que se convierte en objetiva. Lo mejor sigue siendo, como en casi todo el cine francés desde la nouvelle vague, el trabajo con los cuerpos, en especial en la escena de baile en el hotel cuando conoce a su amigo gay. Hay un guiño hacia Jacques Demy y el musical a partir de la canción principal del film Lola (1961), una veta musical que más tarde Honoré retomará en Les chansons d’amour (2007). Pero la película se conforma con un tono enigmático impostado y se estanca definitivamente con una resolución poco inspirada.