Policial en el que un agente corrupto, jugador y drogadicto investiga un caso de una monja violada en New York. El film se convierte lentamente en una odisea de abusos y depravaciones. La historia es un cóctel duro de sexo, drogas, violencia y religión. Está dividida en dos partes: en la primera presenta al personaje y la distancia que adopta Ferrara da la impresión que parece celebrarlo o disfrutarlo. En la segunda, acompañamos al protagonista en su camino de autodestrucción, pero sin arranques efectistas ni excesos injustificados (ni siquiera en la escena en que la mujer lo droga en el baño). Lo más impresionante, más allá de las escenas de la violación a una monja o la masturbación delante de dos chicas detenidas en un auto, es como nos conduce a ese camino de autodestrucción y como su comportamiento omnipotente esconde cierta denuncia social hacia el individualismo sin caer en la pedantería o el tremendismo. En la resolución, que podría calificarse como mística redentora, la alucinación de Cristo confirma la filiación de Ferrara con el cine de Scorsese y Schrader. De hecho Bad Lieutenant podría pasar como una versión hardcore de Taxi Driver (1976).