Comedia dramática en la que los padres de dos chicos que tuvieron una pelea se reúnen para arreglar los términos en un departamento de New York. Más allá del arresto en Suiza, Polanski sigue en plena actividad. Menos de dos años después de The Ghost Writer (2010) vuelve con un producto menor. Más allá de que en principio el planteo del film puede remitir a la estructura de Death and the Maiden (1994) en cuanto a la adaptación teatral, un único decorado y pocos personajes, el tono es mucho más ligero. Lo que no impide el excelente uso del formato visual panorámico que le permite hacer un malicioso comentario sobre la supuesta apertura de los personajes (para solucionar el “conflicto”) cuando el espacio es cerrado sin fin. Polanski saca un gran provecho que saca de los actores (Jodie Foster como un monstruo del resentimiento, Kate Winslet que enseguida entra en calor, Christoph Waltz más cómodo imposible en su papel y John C. Reilly tan ordinario como querible) pese a que los personajes dan para la burla. E incluye de pequeños detalles que acentúan el realismo de la situación: Jodie Foster que acomoda la cama cuando pasa por el baño, Kate Winslet que le arregla el traje a su esposo o la sensación de vómito que queda en el ambiente. Es que como todo gran director surgido en la década de 1960, Polanski cuando adapta un material ajeno (como Herzog o De Palma), la transparencia se impone. El film sólo es un pequeño divertimento de no más de 80 minutos de duración. De no ser tan perfeccionista, Polanski podría encontrar un nicho tardío en este tipo de productos.