Drama en el que un niño debe mantener a su familia quebrada en Berlin poco después de la segunda guerra mundial. Roberto Rossellini muestra una modernidad absoluta y una búsqueda poético/estética ausente en otros neorrealistas (especialmente De Sica). El gran mérito de la película es encontrar en el más absoluto infierno urbano una imagen divina (y un dejo de esperanza) en el bellísimo último plano.