Policial en el que un comerciante de arte americano inicia en el crimen a un enfermo de leucemia ayudándolo a cometer unos asesinatos a sueldo que le dejen dinero a su familia en Hamburgo. Adaptación de la novela de Patricia Highsmith. Un par de secuencias, la persecución en el Metro de Paris y el asesinato en el tren de Munich, son dignas del mejor cine de Hitchcock. Hay un juego de contrastes entre la fotografía realista y la música de género que acentúan la habilidad de Wenders como director y la mirada nada moralista hacia el crimen. Este film, junto a Le locataire (1976) o Soldier of Orange (1977), demuestra que Europa podía hacer películas de género mucho mejor que Hollywood a fines de la década de 1970.
Wim Wenders rinde un temprano (en su obra) homenaje al film noir americano con su particular estilo visual y narrativo. La parsimonia con que adapta la novela de Patricia Highsmith le permite desarrollar a los personajes y construir un par de excelentes secuencias de acción y suspenso. Dennis Hopper no parecería la opción más lógica para interpretar a Ripley, pero se amolda perfecto al papel y la manera de filmarlo de Wenders (con sombrero tejano y la mayoría de las veces quieto) acentúa su iconografía contracultural. Pero es Bruno Ganz el que carga con todo el peso del relato, y vaya que puede sostenerlo. Los cambios logísticos respecto a la ambientación (Alemania en vez de Francia) no le restan mérito alguno, sino que le agregan cierto factor sorpresa a algunas escenas. Incluso Wenders incorpora algunos elementos del episodio anterior de Highsmith, Ripley Under Ground (1970) a partir de la presencia de Nicholas Ray como el pintor Derwatt. Tal vez se extrañe los personajes de la esposa y la ama de llaves de Ripley, pero en la novela sólo cumplían un papel marginal.