Cuento de terror en el que una camarera conoce a un soldado que cree que le implantaron un bicho en el cuerpo en un motel de Oklahoma. William Friedkin vuelve a un presupuesto reducido, a una adaptación teatral y al género de terror. Como resultado logra su película más valiente, arriesgada y desafiante en mucho tiempo. Si bien es despareja (la estructura de tres actos va perdiendo consistencia mientras gana truculencia, la claustrofobia se da más por el desarrollo teatral que por el desarrollo de la trama y la parábola sobre paranoia y la invasión a Irak es muy superficial), no se puede negar el excelente trabajo de la pareja protagonista que se entrega en cuerpo y alma, la consistencia dramática de la primera hora a partir de dos personajes vulnerables y la valentía para llevar una historia de amor y horror hasta las últimas consecuencia. Tal vez el gran problema sea el cambio de perfil de los personajes (de mujer solidaria a dependiente, de hombre retraído a autoritario). Por lo que el film deviene un poco artificial. Friedkin siempre ha sido un director cuyas opiniones se respetan pese a que no se compartan. Es un poco sádico. Parece disfrutar el padecimiento del espectador. Tal vez por eso funciona bien en el género de terror, aunque está película cuesta encasillarla en un género. Pese a algunas fallas, Bug es una pequeña sorpresa de un director que parecía acabado.