Comedia en la que una estudiante de periodismo investiga a un aristócrata en Londres sospechoso de asesinato. Luego del reconocimiento y el cambio de tono de Match Point (2005), Woody Allen vuelve a la ligereza para dejar en claro que nunca se tomó muy en serio a sí mismo. El problema del film es que la historia policial tiene poco sustento y pasando la mitad se vuelve reiterativa. La comedia sobre el choque entre la aristocracia y lo plebeyo también tiene poco vuelo y sustento. El costado de fantasía con las apariciones de fantasmas y el personaje de la muerte sólo sirve como disparador de la trama. Al menos podemos disfrutar otra vez de Scarlett Johansson como la nueva heroína de Allen neurótica e insegura (aunque sólo quede en el recuerdo su traje de baño), de un puñado de líneas de diálogos que siempre son capaces de robarse una sonrisa y de la grandeza del propio Allen, capaz de matarse en off visual (en la puede ser una de sus últimas apariciones como actor en la pantalla de cine). El resto de los rubros técnicos, la correcta fotografía de Remi Adefarasin y la banda sonora que incluye a Tchaikovsky y Johann Strauss, carece de sorpresas. Allen continúa su excursión en Gran Bretaña desalentando todas las esperanzas que pronosticaban un cambio radical.