Comedia dramática en la que un escritor sufre un bloqueo y va a recibir un homenaje en una universidad en New York. Luego de varios intentos de diversificar su obra en la década de 1990 (con el fantástico en Alice (1990), el expresionismo en Shadows and Fog (1991), el policial en Manhattan Murder Mystery (1993) y el musical en Everyone Says I Love You (1996)), Allen asume la falta de ideas que lo acosa. Vuelve a sus referentes, el Bergman de Wild Strawberries (1957) y el Fellini de 8½ (1963), que ya había homenajeado, pero con un sentido autorreferencial (en cuanto a los fracasos matrimoniales, a la herencia judía y a las sesiones psicoanalíticas) que sirve como una especie de exorcismo personal. Llega un momento que la realidad y la ficción son indistinguibles. En un ejercicio de humildad interpreta a un escritor, no un director de cine, sabedor que sus principales méritos son al nivel del guión. Formalmente, la fotografía de Carlo Di Palma sigue siendo impecable y el montaje de Susan E. Morse recurre a los jump cuts, pero tienen la misma cadencia de siempre. Allen desestima las pretensiones autorales. A partir de acá, su cine navegará en la liviandad hasta Match Point (2005).