Cuento de ciencia ficción en el que a un programador pide trabajar desde su casa y le asignan descifrar un teorema imposible en un futuro cercano. Gilliam vuelve al terreno retro futurista de Brazil (1985). Si en un principio logra ilustrar un escenario y un personaje atractivos, no tarda en quedarse sin ideas. La puesta en escena colorida que resulta llamativamente triste, la caracterización de Christoph Waltz cargando un drama existencial y la ambientación de la casa del protagonista (una especie de iglesia antigua repleta de máquinas) tenían cierto atractivo, pero la tarea que le asignan al protagonista no se traduce en imágenes y, finalmente, carece de importancia. De tal forma que el film queda encerrado con sus personajes secundarios (una chica servicial, el hijo del jefe, una terapeuta on line) que tratan de animar la función y sus escenarios virtuales (la playa paradisíaca digital) de los que puede sacar muy poco provecho.