Cuento de terror en el que una escritora de libros para niños alucina con sus amantes mientras pasa unos días en su casa de campo en Inglaterra. Altman logra una concepción naturalista del fantástico. La primera media hora es modélica en tensión y suspense. Después racionaliza un poco las reglas y se decanta por un final con sorpresa, por lo que el film pierde algo de impacto. Destacar eso sí la utilización de los sonidos de ambiente y de las voces, la drástica reducción en la utilización del zoom (respecto a su anteriores películas) y la coherencia narrativa que nunca pierde el punto de vista de la protagonista. Estas características ayudan a dar al film un tono surreal y onírico, una rareza que termina siendo una de las mejores películas de la carrera de Altman.