Drama en el que dos amigas y el novio de una de ellas sufren por el amor, la soledad y la ausencia en Paris. Garrel va a la esencia del cine: el rostro, el cuerpo y la emoción. No son necesarios los diálogos, la música o las explicaciones para construir la historia. El gran mérito es que no cae en la trampa de Andy Warhol de la pose irónica porque él todavía cree en las imágenes. Toda descripción ya es una interpretación. De ahí, la libertad del espectador.