Drama en el que la vida de un pequeño pueblo de Texas dónde está por cerrar el último cine se ve alterada a principios de la década de 1950. Sólo apreciando la belleza de la fotografía en blanco y negro o el final en el que el protagonista toma la mano de una mujer mayor podemos detectar el talento de Bogdanovich y su sensibilidad cercana al primer Wenders. En la película todo funciona, desde las monumentales actuaciones que dan como resultado unos personajes perfectamente trazados, hasta la simpleza de la puesta en escena con la cámara a la altura de los ojos que da como resultado emociones puras. Las escenas de sexo están filmadas como descubrimiento, a la vez de los adolescentes de la década de 1950 y del cine de Hollywood de la década de 1970, tal vez dos de los últimos reductos de la inocencia americana.