Drama en el que el senador Otón se vislumbra como el posible sucesor del emperador Galba en Roma en el siglo I. Los Straub exponen (nunca adaptan) su primera obra teatral y eligen una tragedia de Pierre Corneille del siglo XVII que transcurre en la antigua Roma. La apuesta no puede ser más radical: actores no profesionales que recitan los diálogos con acentos extraños al francés, el fondo en el que se ven y se escuchan autos que transitan por las avenidas (un detalle anacrónico que aporta otra lectura histórica a la imagen de los Straub), una constante sensación de distanciamiento… Dos características distinguen a su puesta en escena: la graduación de la perspectiva que evita la frontalidad y la perfecta grabación del sonido directo. Sus planos tienen una tendencia ceremonial, pero no solemne.