Drama erótico en el que una chica abandona su trabajo y su novio y conoce a una psiquiatra que practica la hipnosis en Francia. Brisseau completa la trilogía sobre la sexualidad femenina que había comenzado con Choses secrètes (2002) y Les anges exterminateurs (2006) y continúa explorando las barreras y los límites de la representación del sexo en el cine. Si bien se mete en un terreno complicado, a partir de un comienzo que recuerda a Breillat y Romance (1999), de las charlas sobre psicoanálisis, filosofía y el universo, de un retorno a un misticismo que parecía olvidado desde Céline (1992) y de escenas de sexo durante la hipnosis que rompen el verosímil, logra salir a flote. Porque Brisseau es uno de los pocos directores actuales que sabe utilizar el formato 1:33 en la puesta en escena y que no teme entrar en temas decididamente fantásticos o metafísicos. Y que esquiva la dinámica rutinaria y progresiva del relato erótico como, por ejemplo, Bigas Luna. La racionalización del éxtasis o el placer sólo lleva a la abstinencia. La resolución incluye una nueva cita a la levitación de Tarkovsky, la ironía de ver una monja con los senos operados y la imagen bucólica del campo. Resulta una provocación más convencional. Tal vez Brisseau en este película no sea tan incisivo o malicioso como en sus dos films anteriores, pero cierra un mini ciclo brillante de su obra.