Conte d’autome (1998)

Cuarto cuento de las estaciones en el que las amigas de una viuda que tiene unos viñedos le buscan pareja en el sur de Francia. Rohmer cierra el ciclo de las cuatro estaciones con una reposada comedia romántica de enredos, una serenidad y tranquilidad absolutas y un esplendor y optimismo para nada cínicos. Cuesta elegir cuál de los cuatro films es el mejor. El gran mérito de su cine es la construcción de personajes (expone con total simpleza y sensibilidad sus contradicciones y vulnerabilidades), la incorporación de elementos geográficos y climáticos en sus comportamientos y actitudes, el timing narrativo que da a cada escena el tiempo justo (no corta antes ni después de tiempo) y la utilización de los sonidos y el movimiento de la naturaleza que dimensionan la escena. De esta forma el híper realismo engañoso, las actuaciones recitadas y los golpes de guión no entorpecen el efecto buscado sino que lo refuerzan. En este caso el eterno dilema de la tranquilidad del campo y el vértigo de la ciudad, las charlas y discusiones sobre el amor y el espacio que deja para la amargura final, nunca llegan a un tono declamativo. Rohmer ha encontrado en sus últimos films una vitalidad y lucidez poco común en los directores contemporáneos.