Cuento de terror en el que cinco jóvenes van a una casa de campo y son asesinados por una familia caníbal en Texas. Hooper lleva a cabo uno de los ejercicios de estilo más salvajes en la forma de representar al terror en el cine. La forma de deconstruir el espacio y el tiempo hace que todo signo adquiera un sentido horroroso: los largos silencios de las esperas, las canciones que se escuchan por la radio, las explosiones de violencia, la iconografía gótica de la casa de los caníbales. Podría decirse que The Texas Chainsaw Massacre es el equivalente del género de terror de À bout de souffle (1960) de Jean Luc Godard, en el sentido de que da la impresión que viola todas las convenciones y reglas formales precedentes. Pero el film de Hooper también se inscribe en una tradición del género de terror: la composición expresionista de los encuadres, la planificación sorpresiva de los asesinatos de Psycho (1960), la tortura psicológica a la protagonista de Rosemary’s Baby (1968), la virulencia de las imágenes del giallo italiano. La película puede verse como un ataque radical contra el tedio hippie burgués de la sociedad de consumo o el testimonio real y metafórico de la presencia del horror en esa misma sociedad. Hooper marca un quiebre en la historia del cine de terror. Una ruptura que pudo significar su muerte o renovación total. Pero poco tiempo después recibió una respuesta restauradora y normalizadora con Halloween (1978).
Hooper plantea un juego entre el ver y el no ver o entre el realismo y la estilización que se aprovecha del modelo de producción marginal. Los zooms, las panorámicas y los travellings, a veces los tres al mismo tiempo, deconstruyen el espacio fílmico y sirven de preludio al horror por venir. La escena en que una de las chicas queda al borde del vómito por la atmósfera que reina en la casa de la familia caníbal es nauseabunda. El impresionante montaje de la secuencia final de escape (el camionero que intenta ayudar a la protagonista, se baja del vehículo, ve a Leatherface con la motosierra e inmediatamente emprende la retirada) muestran que Hooper nunca pierde la base realista de su cine y la oportunidad para colar pinceladas de humor. El film es mitad slasher, mitad psycho thriller y puro horror. Tiene la simpleza del slasher en cuanto a su premisa argumental. Hace el retrato de un grupo de psicópatas, pese a que no hay investigación policial de ningún tipo. Puede verse como el punto medio entre Psycho (la entrada de la casa recuerda a la de Norman Bates) y Halloween (la incorporación de la máscara como elemento aterrador, no para esconder la identidad).