Drama en el que un agente de la bolsa millonario se pasea en limusina en busca de un lugar para cortarse el pelo en New York. Adaptación de la novela de Don DeLillo. Luego de la trilogía con Viggo Mortensen, David Cronenberg da un extraño giro al colaborar con una estrella del mercado adolescente y adaptar a un autor americano contemporáneo para finalmente regresar a sus temas de siempre. Si por momentos la adaptación del guión, demasiado fiel a la novela (los diálogos parecen copiados y pegados), parece limitar su margen de maniobra, la película está repleta de ideas y sugerencias: la secuencia de créditos con las sonoridades de Howard Shore modernizadas, la limusina aislada del mundo y de su sonido, las nuevas formas del cyber capitalismo, los planos picados sobre el rostro del protagonista, el terrorismo como forma de arte, las ratas como símbolo de protesta, la recurrencia de las formas circulares en el interior y el plano del protagonista en el fondo de la habitación en el final. El film es un poco frío y cerebral, cierto, pero gana espesor con el paso del tiempo. Cronenberg regresa a los planteos más abstractos y sinuosos de Naked Lunch (1991) y Crash (1996), tal vez porque se sentía demasiado cómodo en los géneros.