Drama criminal en el que a un periodista le encargan una nota sobre un condenado a muerte en su último día y empieza a sospechar que es inocente en Oakland. Da la impresión de que Eastwood, que aceptaba proyectos como actor para poder dirigir, ahora acepta trabajos como director para poder actuar. Porque cuesta ver en una historia policial tan previsible, rutinaria y ridícula algún punto de atractivo, interés o autenticidad más que la posibilidad que le da a él como actor de interpretar otro tipo de papeles. El personaje principal tiene su riqueza, mujeriego empedernido, alcohólico en recuperación, esposo y padre ausente y un dinosaurio en la redacción. El hecho de que la historia transcurra en 24 horas ayuda a establecer una situación un poco caótica. Pero una vez que dramatiza las escenas de prisión, recurre a flashbacks insultantes y da una vuelta de tuerca que garantiza la verdad todo se derrumba. De nada sirven el clasicismo de la puesta en escena y las buenas actuaciones del reparto para sostener los 127 minutos de duración. Después de Unforgiven (1992), Eastwood perdió el equilibrio entre la levedad de género y la trascendencia de autor.