Secuela de Carrie (1976) en la que años después una sobreviviente de la masacre del baile de graduación intenta advertir a una adolescente con poderes similares en otra escuela secundaria de los Estados Unidos. El original era una peculiar película de terror adolescente. La protagonista era a la vez el terror y la víctima del relato. Si bien había jóvenes, no había asesino serial. Los poderes telequinéticos eran una excusa para la revancha contra las burlas. En este caso los realizadores intentan potenciar las derivaciones sociales del caso. El personaje de Emily Bergl es un poco más normal que Carrie, tiene madre internada y vive con sus padres adoptivos. Los juegos adolescentes siguen siendo crueles, sin embargo carecen de la malicia del original. El film no tiene los arranques histriónicos y traumáticos de Brian De Palma, la trama es un poco más realista. Pero tampoco crea una auténtica atmósfera malsana. La primera parte presenta los primeros síntomas de la protagonista y los recuerdos traumas de Amy Irving (Rachel). La segunda consolida la historia de amor a la vez que suma indicios a la espera de la explosión de terror (gran partido de fútbol, investigación pasado). La broma final cambia la sangre de chancho derramada por un video íntimo. Es lo mismo, pero más rebuscado. Se nota que Katt Shea apunta a los hombres como los villanos de la trama y prefiere espiar el vestuario masculino.