Biopic del marqués de Sade durante su estancia en una prisión clínica en París en 1794. Benoît Jacquot adapta una novela de Serge Bramly que toma a la figura del marqués como una de las tantas víctimas de la era del terror de la Revolución Francesa. Lejos del manifiesto a la libertad de expresión y los fuegos de artificios interpretativos de Quills (2000), Jacquot opta por un perfil más bajo y filosófico que no descuida el contexto histórico. Este Sade (interpretado por Daniel Auteuil) no es un perverso psicópata, sino una especie de bufón tranquilo que adorna las situaciones con sus chistes y one liners. Sí, hay lugar para algunas manías del protagonista en cuestión, como anotar todos los números que escuchó durante el día para sumarlos y restarlos. Alrededor se establecen un grupo de aristócratas que pagan la estadía en la clínica para evitar la guillotina. Jacquot utiliza una imagen mental cuando muestra al marqués iniciar su comida mientras todos los otros reclusos esperan a que termine el discurso del director de la clínica. En el camino inicia una amistad con una adolescente curiosa a la que instruye en los placeres sexuales. En paralelo, una madre soltera amante del marqués le lleva cosas a la prisión mientras mantiene una relación con un político de Robespierre. El rostro de Isild Le Besco ayuda a dar consistencia a su personaje, en especial en la escena en que pregunta a Sade que debe haber algo más que lo material. La escena de su iniciación sexual adquiere rasgos teatrales y muestra sólo lo justo. La fotografía ya adopta los tonos del manierismo fotográfico del nuevo siglo: colores corregidos, poca iluminación, predominancia de los verdes y azules en el fondo.