Drama en el que dos amigas adolescentes crecen en Londres a principios de la década de 1960. Sally Potter retorna a la década de 1960 con un cuento iniciático que por suerte se desprende del tono nostálgico hacia la época. Particularmente sugerente es la lectura que hace de la supuesta liberación sexual. El rol de la familia más que debilitarse, se vuelve más preponderante porque es la que recibe de forma inmediata e inevitable las consecuencias de aquella. La menor de las Fannings, Elle, interpreta sin problemas a un personaje incluso mayor que ella. La escena en que sale a tomar una cerveza con el activista al que visita en las reuniones es remarcable: el manejo del lenguaje, los silencios y la elección de las palabras para adaptarse a una situación ajena, con las dificultades naturales pero no del todo evidentes vislumbradas en los pequeños gestos, provocan en su interlocutor una sorpresiva admiración. En otra escena Potter captura una imagen que bien podría entrar en la selecta categoría de directores no misóginos de la historia del cine que proponía Serge Daney (Mizoguchi, Dreyer, Renoir): cuando Alice Englert (Rosa) espía al padre de Fanning llorar solo. Que sea una toma subjetiva con cierto sustrato de espía culposo le quita algo de impacto, pero es una imagen tan poderosa como significativa para el desarrollo de los personajes y la trama.