Biopic de la primera ministra británica Margaret Tatcher en Londres a fines de la década de 1970. La dosis anual de Meryl Streep, biografía reciente y política inglesa con que la academia de Hollywood se siente cómoda entregando premios o nominaciones es tan hipócrita como limitada. En este caso la prótesis de papada de Streep, la afectación de la voz y los labios, la imbecilidad como realizadora de Phyllida Lloyd, la chatura de la puesta en escena, la vulgaridad del conflicto y las frases de cajón altisonante dejan a la película más cerca de la parodia involuntaria. Como no es una comedia musical uno no deja de esperar que algún momento la protagonista se ponga a bailar y cantar para rematar el mal chiste. Si la actriz en cuestión siempre se rodeó de mediocres directores para que no opacaran su talento, ahora también extiende la fórmula al resto del reparto. ¿A quién le interesa la opinión de un títere viejo que lo único que hizo fue ser vocera de los intereses neoliberales? Aparentemente sólo a su personaje: like a Iron Lady.