Comedia dramática en la que una gran familia se reúne en la región Bretaña a fines de la década de 1970. Julie Delpy apuesta por el costumbrismo francés con el toque un poco ácido, pero siempre llevadero, punzante y emotivo de su humor. Si bien los personajes se construyen a partir de ciertos estereotipos, la mirada nunca es condescendiente. De manera tal que las situaciones fluyen con facilidad y los conflictos tienen lugar para desarrollarse. Particular atención recibe el personaje de la niña de once años que bien puede reflejar su infancia. Lo que más se disfruta de la película son algunos gestos, momentos y miradas cazadas al pasar. Incluso la presentación epílogo en la actualidad que antecede al largo flashback de la historia principal no tiene un tinte nostálgico, sino que funciona como un pequeño momento que se expande. La excusa del posible fin del mundo como siempre sirve de trampolín para darle más importancia a la época en la que se sitúa la acción, pero acá no tiene más lugar que un leve chiste interno que no afecta el dibujo de los personajes. Algunos momentos que quedan en el recuerdo: el viaje en auto con el relato que cuenta uno de los adultos a los niños (un poco largo es cierto, pero que realmente cobra su valor simbólico después), el encuentro en la playa nudista, donde Delpy muestra lo justo, la fiesta de los chicos con bailes lentos y punks incluidos.