Melodrama en el que una adolescente pasa el verano en la casa de playa de su padre en el estado de Georgia. Adaptación de la novela de Nicholas Sparks. Disney trata de explotar sus estrellas televisivas con un producto negligente en todo sentido. La película parece sacada de una decadente tienda de antigüedades. Si en un principio sólo el hecho de la actualización del cliché, la historia del primer amor y la actuación naturalista de Miley Cyrus al menos tienen la capacidad de no molestar, la ilusión no tarda en desmoronarse. Una vez que se incluye una secuencia de videoclip feliz luego del beso, la trama busca una excusa barata para la separación y se inventa un cáncer terminal para el padre, el film entra en estado catatónico. A partir de allí los planos y los diálogos no responden a una lógica humana. La película muere mecánicamente. Particularmente irritantes son los detalles de sumisión de la mujer (va buscarle agua), la castidad del romance PG en la que el sexo no existe y a que a un actor como Gregg Kinnear le pidan un imbécil ligero y lo cumpla. A los no personas empleados de Disney no les podemos pedir nada más que este tipo de productos.