Comedia musical en la que una chica a punto de casarse canta canciones de ABBA en una isla de Grecia. Adaptación del musical de Chatherine Johnson. La película es una apuesta segura en la taquilla por el reparto estelar, las canciones pop, la trama ridícula y la ambientación veraniega. Pero como producto es nulo cinematográficamente hablando. Es que la incompetencia de Phyllida Lloyd es sólo comparable con la de Rob Marshall en Chicago (2002): la sonsera de los personajes deviene reaccionaria, el nivel de excitación con que arranca el film es absurdo, la pobre Amanda Seyfried queda muy desprotegida, el color azul anaranjado de la fotografía, insultante y los cortes del montaje no tienen ninguna musicalidad. De todos los géneros muertos del cine contemporáneo que Hollywood trata de revivir, el musical acusa el mayor grado de imbecilidad. No vale la pena mencionar el rejunte de productores ejecutivos.