Comedia dramática en la que un joven se hace pasar por ejecutivo en la compañía de su tío en New York. Herbert Ross definitivamente tira la toalla en la década de 1980: correrías yuppies, vehículo para Michael J. Fox, montajes de videoclip, espantosas canciones ad hoc. El punto de partida separa la fantasía de la realidad. El margen de maniobra de la sátira es nulo.